"Cada cosa nueva que hago con mis hijos es una fiesta"

Baragiola disfruta de la vida más que nunca. (Fotos: Diego Berrutti)

17 de Noviembre de 2012 08:39

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Mariano Suárez

"Cuatro años pasaron de 'eso'", dice Vilma Baragiola, concejal, exdiputada nacional, exsecretaria de Desarrollo Social, radical, sentada en una silla confortable de su despacho, en el tercer piso del Concejo Deliberante de Mar del Plata. Con la mirada señala "eso": una foto de ella, gorda, con 210 kilos y cara triste.

En octubre de 2008, tras dos años de lucha para que se apruebe en el Congreso de la Nación una ley para que la obesidad sea reconocida como una enfermedad, Baragiola decidió realizarse un by pass gástrico para bajar de peso. La operación no salió como esperaba: estuvo más de un mes internada, al borde de la muerte.

"Si hoy me preguntás 'Vilma, ¿te volverías a operar, a pesar de todo lo que pasaste?' Veinte mil veces más", cuenta la concejal a 0223.com.ar

"Me armé una coraza, pero por dentro sentía ganas de morirme"


Baragiola se metió en política a los 14 años, casi al mismo tiempo en que empezó a engordar. De una u otra manera, su carrera política estuvo atada a la obesidad. "Yo era gorda, era obesa, pero me pude desenvolver en la sociedad porque tuve un carácter, gente que me rodeó, que nunca me hizo sentir discriminada por ser gorda. Siempre existió el chascarrillo, el chiste fácil alrededor mío, pero era parte de mí. Yo estaba acostumbrada a no ser 'Vilma', era la 'Gorda Vilma'. Estaba identificada con eso y cuando me lo decían a mi no me molestaba", recuerda. 

- ¿Cómo fue tu proceso mental para asumir que tenías un problema?

- Nunca lo viví como una enfermedad. Empecé a sentirlo así desde 2006 en adelante cuando me puse a trabajar en la ley de Obesidad y empecé a entender desde lo científico que esto era la madre de un montón de enfermedades: de corazón, hipertensión, que tenía que ver con el colesterol, con las articulaciones, todo lo que es circulación. Y que tenía que ver con una realidad social que es la discriminación.  

- ¿Y antes no te sentías discriminada?

- Sólo una vez, a través de mi hija. Ella tuvo un problema, con 8 años, en el colegio. Los chicos le dijeron: "Tu mamá no pasa por la puerta" y ella vino llorando desconsolada. Ahí sentí discriminación porque le estaban haciendo daño a mi hija. 

Baragiola reconoce que se había creado una coraza para no sentir la discriminación. "Todos decían: 'Vilma es una máquina de laburo, un tractor'. La verdad que era un tractor: a pesar de lo que me costaba, era trabajar para tapar lo que sentía", admite. Llegaba a su casa después de 14 horas de trabajo y apenas saludaba a sus hijos y a su marido. Se bañaba y se iba a dormir.  "Por dentro sentía hasta ganas de morirme", confiesa. 

Una de las cosas que recuerda son los "olores característicos del obeso". Baragiola tiene un sentido del olfato muy sensible y cuenta que ese olor la causaba repulsión. Por eso se bañaba tres veces por día y se inundaba de perfume. "Ese olor me hace mal, me hace acordar a mi vida pasada", remarca.

Para un obeso, las cosas más cotidianas son un trastorno. Baragiola recuerda que no tomaba colectivos para no sentir "vergüenza" de que nadie se le sentara al lado. "Rompí varias sillas de plástico. Llegué a un punto, que entraba a un bar y agarraba dos o tres y las apilaba. Me he caído en el comité, adelante de un auditorio de 150 personas, por sentarme en una silla que la destrocé. Por supuesto que miraba alguno que estaba sonriendo y con la cara que le ponía se daban cuenta que no me gustaba, pero era parte de lo que pasaba", relata.

- ¿Y hoy cómo lo vivís?

- Hoy, después de toda la lucha que hice, que me digan gorda (que todavía me pasa) me choca. Enseguida la gente aclara que lo dice cariñosamente porque no pueden desprenderse de aquella amiga que era gorda. Me pasa hoy con amigas que me dicen "Abrazame. Quiero recuperar a esa amiga que era Vilma y era inmensa". Y no lo logran, hoy me empujás y me tirás al piso. 

- ¿Cómo es actualmente tu relación con la comida?

- Me olvido de comer. Por eso estoy 10 kilos por debajo de mi peso. Me olvido, se me pasa.

- ¿Antes eso no te pasaba?

- No, mi vida era alrededor de la comida. Todo lo que quisieras conversar conmigo tenía que pasar por un almuerzo o una cena importante. Yo iba al supermercado y eran dos carros repletos. Hoy todavía tengo ese tic de ir al supermercado y es abastecerme como para un mes y cuando me siento a comer apenas "pico" algo. 

A pesar de eso aún le queda una debilidad: las golosinas. Eso la motiva a hacer mucho ejercicio y la convierte en obsesiva del peso. No sólo del suyo, sino también el de los que la rodean. "Los veo a todos gordos", dice, al tiempo que remarca que les insiste "que busquen corregir su vida porque están a tiempo de recuperar lo que han perdido por la obesidad".


"Fue gratificante cuando mi hija me dijo 'Mamá, te abrazo toda"


Dos centímetros no hacen diferencia en la altura de una persona. Sin embargo, para Baragiola son significativos: antes de someterse al by pass gástrico medía 1,79 y tras la operación "creció" hasta hasta 1,81 metros. "Me estiré, estoy más erguida", señala. 

- ¿Qué otras cosas recuperaste?

- Haber bajado de peso a me dio la recuperación de mi vida acorde a la edad que tengo. He vuelto a hacer deporte. Después de 20 años volví a andar en bicicleta, volví a correr, volví a jugar al hockey. Yo había dejado de jugar al hockey a los 18 años. De 8 a 18 jugué en Biguá. A los 43 volví a una cancha a jugar contra otros equipos, hoy ya juego en "Mami", ya no soy jugadora competitiva, pero volví a tener el aire y el cuerpo para poder correr un partido completo. Es una satisfacción tener esa respuesta física.

- ¿Y mentalmente?

- Mentalmente me ha cambiado mucho cómo me tomo las cosas. Eso tiene que ver con ese punto de inflexión que fue ver cara a cara a la muerte. Antes me hacía mucha mala sangre. Hoy me hago mala sangre, pero las decisiones que tomo son mucho más pensadas y las tomo mucho más tranquilamente. Antes tomaba decisiones de antemano y muchas veces me equivocaba y mal. Hoy las tomo con mucha paciencia, porque entiendo que no hay nada peor que morirte y que te podés morir en dos minutos. Si lo que tenés más grandioso es la vida y no la disfrutás, sos un torpe. 

Baragiola cambio. Mejoró, dice ella. Si bien sigue siendo una "obsesiva del laburo", se toma licencias que antes no se permitía: subirse a un kayak, ir a correr, salir con sus amigas y charlar de temas alejados de la política. "Antes eran hasta las salidas con gente de la política y mi vida era hablar de política. ¡Era muy aburrido!", dice entre risas.

Estas licencias no sólo tienen que ver con su nueva forma de ver la vida. También con las posibilidades que le abrió haber bajado 130 kilos. Por ejemplo, intentó empezar a pescar antes de operarse. La primera vez que fue en un bote a la laguna de Mar Chiquita tardó una hora para subirse y dos para bajarse. "Hoy me subo, me bajo en el agua, puedo caminar en la laguna con el agua en la cintura y me puedo volver a subir al bote", cuenta orgullosa. 

La relación con sus hijos también cambió. "Para mi hijo poder ir a la playa conmigo es una fiesta. Jugar en la arena, jugar a la pelota, andar en bicicleta juntos: cada cosa nueva que hacemos es una fiesta", señala.

Entre todos los cambios que se produjeron en su vida en estos cuatro años, Baragiola recuerda uno en especial: "Fue gratificante cuando mi hija me dijo: 'Mamá, te abrazo toda'. Con esa palabra me estaba diciendo que antes no sólo no me podía abrazar, sino que había algo entre ella y yo: 200 kilos".

"Un día me miré al espejo y dije: 'Soy una basura"

Baragiola cuenta que disfruta mucho hablar con los jóvenes sobre la obesidad. Cada vez que tiene la posibilidad de ir a una escuela para dar una charla sobre su actividad desvía la conversación hacia ese lado. "No saben todo lo que yo perdí por la obesidad. Los amores de la adolescencia...", les dice a los chicos.

- ¿Cómo era tu vida sexual y cómo es ahora?

- Voy a ser muy cruda: con 200 kilos encima tenés que hacer peripecias para poder tener una relación sexual. La tenés, la disfrutás, pero con un peso acorde a la talla que vos tenés, disfrutás la vida sexual de otra forma. 

- ¿Y llegó a convertirse en un padecimiento alguna vez?

- Una de las veces que tomé conciencia de que yo no podía exponer a mi marido a lo que veía cada vez que estábamos en la intimidad fue cuando era parlamentaria del Mercosur y salí de bañarme. Pasé por un placard en la habitación del hotel y tenía un espejo. Cuando me vi desnuda dije: "Yo soy una basura, no puedo llevar a mi marido a que tenga que estar con alguien así". Estaba equivocada, pero lo aprendí después. Mi marido no estaba conmigo porque yo pesaba 210 kilos y no tenía otra persona con quien estar. Él me había elegido y me amaba con 210 kilos y me ama con 80. Es más, muchas veces me reclama que después de la operación le entregaron un amigo, porque perdí mucho... (risas) La verdad hoy disfruto la sexualidad de otra forma. 

- ¿Cómo es la reacción de la gente ahora que sos flaca?

- Me pasa algo con la gente. Me ve y me dice: "Ay, Vilma qué flaca estás, qué hermosa estás!". La gente relaciona la flacura con la belleza. Y la verdad que yo siempre fui hermosa. 


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