Libertad, el barrio de la nueva municipalidad

El barrio Libertad es uno de los más grandes de Mar del Plata: allí viven unas 35 mil personas.

23 de Mayo de 2013 07:20

Por Luciana Acosta

El oeste de Mar del Plata es un mundo aparte. Allí viven alrededor de 35 mil almas en casitas de material y calles de tierra y, aunque el movimiento es continuo, se acrecienta en horarios picos: a la mañana temprano y a partir de las 5 de la tarde, cuando los chicos salen de la escuela y emprenden el regreso en fila india, pegados al cordón de la vereda. A esa hora, un hombre y su esposa suelen quemar montañas de yuyos y basura que sacan del terreno en el que ya empezaron a levantar una casa de paredes construidas íntegramente de hormigón con el único propósito de esperar en paz la llegada del fin del mundo. Así es Libertad, uno de los barrios más grandes del Partido de General Pueyrredon, donde el gobierno municipal pretende trasladar el edificio comunal.   

En este sector con más habitantes que cualquier pueblo perdido de la Provincia funcionan cuatro escuelas, dos jardines de infantes y una salita de primeros auxilios con médicos clínicos, pediatras y hasta ginecólogos que en general no dan abasto con la demanda; y terminan su recorrido los colectivos de las líneas 531, 532, 533, 522 y 526. Cuenta con red de cloacas, agua potable y gas natural, aunque el mantenimiento de las arterias y del alumbrado público sigue siendo una deuda del Estado.

Una importante parte de la población de la zona se dedica a la construcción, pero otros tantos cruzan la ciudad en colectivo para entrar a trabajar en las plantas de fileteado de pescado del puerto. 

Como sucede en otras barriadas de la periferia marplatense, la inseguridad se transformó en el último tiempo una de las máximas preocupaciones. Sin embargo, desde el asesinato de un peluquero en Berutti al 9.100 en febrero de este año, la policía de la comisaría sexta cuya jurisdicción comprende además los barrios 2 de Abril, Las Margaritas, Estación Camet, El Sosiego, La Trinidad, El Tejado, La Laura, Colonia Barragán, El Casal, 1500 quintas y Los Zorzales, estableció distintas paradas de patrullas estratégicas que llevó cierta tranquilidad a los vecinos. 

La compra y venta de marihuana y cocaína en Libertad ya no es una actividad que se realice con tanta visibilidad como ocurría en otros tiempos, cuando existían los llamados kioscos de droga que fueron literalmente tirados abajo tras ser allanados por la Justicia en reiteradas oportunidades. “Solamente quedan unos pocos deliverys que van en motito hasta alguna esquina, entregan el paquete, agarran la plata y se van”, dice el exvecinalista Eduardo Fernández

-¿Así, rápido?- pregunto. 

-Y sí, no vas a esperar a que te den factura-, se burla. 

Entre las calles Chacabuco, Ayacucho, Pigüé y Bolivia está la plaza “12 de Octubre”. No lleva el nombre por la fecha en la que arribó Cristóbal Colón al continente americano. Tiene un significado mucho más marplatense: por la empresa de transporte público de pasajeros que hace varios años atrás donó los primeros toboganes y hamacas que hubo en el lugar. En ese espacio, sobre uno costado de la mini pista de skate que se construyó con fondos provenientes del Presupuesto Participativo, los pibes del barrio pintaron con aerosol los nombres de otros como ellos que quedaron en el camino. 

Sobre las márgenes del barrio está lo que se denomina el “bajo” de Libertad: un puñado de ranchitos de chapa cuyos propietarios se dedican al acopio y reciclado de cartones, papel y botellas plásticas y de vidrio. También quedan algunos campos en los que se siembra repollo, coliflor y berenjenas.  

La municipalidad le destina a la sociedad de fomento de Libertad un total 7 mil pesos por mes en concepto de convenio por contraprestación de servicios. Es decir, por cada vecino que vive en Libertad el gobierno les da 20 centavos a los vecinalistas, que apenas alcanzan para pagarle a un empleado que, con un tractor prestado, se ocupa del corte de pasto de las plazas dispersas a lo largo de las 288 manzanas que corresponden al sector.

El posible y publicitado traslado de la actividad municipal y legislativa al predio donde actualmente están las canchas de fútbol del Club Unión, lejos de generar enormes expectativas entre los vecinos, dio lugar a la incertidumbre de los padres de los chicos que usan ese predio para ir a jugar a la pelota. “Por lo que vimos en el proyecto está previsto que haya un lugar para que puedan seguir estando los pibes y estamos tratando de que la gente lo sepa, pero son tantos que a veces se hace difícil”, cuenta Dante Albornoz, presidente del entidad barrial.  

- Pero más allá de eso, ¿sería positivo si la trasladaran? 

-Y, algo puede cambiar, pero no mucho. Eso sí, la municipalidad nos va a quedar más cerca para ir a reclamar-, sonríe.