Barrio 15 de Enero, símbolo de la lucha por la vivienda digna

Tras una intensa lucha, "Los Sin Techo" lograron permanecer en el predio y construir sus propias viviendas. (Foto: Romina Elvira)

6 de Junio de 2013 20:02

“Caminar por ahí es sentir el olor de la libertad. Una cumbia, un mate y una mano siempre para ayudar”

Arbolito.

Por Luciana Acosta

A mediados de enero del 2009, unas cincuenta familias provenientes de los sectores más humildes de Mar del Plata tomaron un complejo habitacional que había comenzado a construir la Provincia en un sector ubicado entre los barrios El Martillo y General Pueyrredon para relocalizar a los habitantes de la llamada Villa de Paso, pero que poco después quedó abandonado por el desvío de fondos y la falta de control del Estado en la ejecución de las obras.

Una vez en el lugar, cada grupo familiar se quedó con una vivienda a medio hacer; un lujo al lado de las casillas precarias que ocupaban hasta ese momento. Cortaron el pasto, limpiaron los terrenos, designaron a algunas mujeres el cuidado de los pibes; otro grupo se entrenó en primeros auxilios y, bajo el nombre de “Los Sin Techo”, la mayoría se abocó a pensar cómo resistir al desalojo inminente del predio, permanentemente custodiado por dos patrulleros.

Tres meses más tarde, la fiscal Graciela Trill ordenó la expulsión de los vecinos, que se concretó el 17 de abril. Ese viernes, después de las tres de la tarde, decenas de policías avanzaron con balas de goma y gases lacrimógenos sobre vecinos, militantes, abogados y periodistas. Del otro lado, tomados de las manos y a gomerazos limpios, se resistió hasta donde se pudo. En cuestión de minutos la caballería alcanzó la mitad del campo de batalla y sobrevino la dispersión de los manifestantes. El saldo fue de 23 detenidos y casi cien heridos.

El brutal operativo fue comandado por el entonces jefe de la policía Departamental, Osvaldo Castelli, aunque el protagonista de aquella jornada resultó ser el excomisario Gustavo Salvá quien, megáfono en mano, pedía a los gritos que “por favor, desistan de su actitud”..

Paradójicamente, la logística de la represión fue realizada en la sede de la sociedad de fomento de El Martillo que prestó el exvecinalista y actual concejal Javier Woollands, hijo de uno de los principales referentes del anarquismo en la ciudad durante las primeras décadas del siglo pasado.

Tras el desalojo, las familias permanecieron ocho semanas en el Centro Cultural América Libre, hasta que las autoridades municipales y del Instituto Provincial de la Vivienda acordaron propiciar la entrega de materiales para que “Los Sin Techo” pudieran terminar las famosas casas del Plan Dignidad, de ahora en más, barrio 15 de Enero.

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Pepe había llegado a la toma sólo con su hijo de un año y medio y la experiencia de haber participado de un primer intento de ocupación, en marzo del año anterior, pero que sólo duró unas horas. “Hasta que vino Salvá y nos echó a todos a patadas. Me acuerdo que nos quedamos toda la noche cortando la calle, mientras los milicos nos miraban”, se ríe. 

Roberto “Pepe” Barbasio tiene ahora 26 años y vive con sus dos chicos de 3 y 5 en una de las casa de paredes blancas, con ventanas de aluminio y tanque de agua en la parte superior. El interior de su hogar está empapelado con fotos y dibujitos de los nenes. “A veces la miro y no puedo creer que sea mía”, dice. Pepe tiene los ojos sinceros.

Al igual que sus otros vecinos, integra la cooperativa “15 de Enero” y trabaja en la construcción de viviendas para los compañeros que necesitan un techo. La parte trasera de su casa linda con la de su hermana y, un poco más atrás, vive su madre, cuenta parado frente a lo que -siempre y cuando el Estado cumpla con los pagos en tiempo y forma- dentro de algunos meses se convertirá en cuatro nuevas unidades, cuyos ocupantes se designarán de acuerdo al grado de necesidad que tengan quienes integran la larga lista de espera

En eso, dos muchachos que hasta hace un rato manipulaban una máquina mezcladora de cemento se acercan a saludar. Un nene de unos 7 u 8 años, a bordo de una bicicleta, les pasa por al lado a gran velocidad, colea la rueda trasera al final de la calle y se vuelve. Le pregunta a Pepe algo al pasar. Una frase que  parece ininteligible, pero que provoca un rotundo “dejá de joder, ahora estoy ocupado”. 

-Está bien, Pepito, vos seguí charlando-, alcanza a decir antes de treparse al asiento. 

“Cuando llegamos había 101 pibes pero ahora son tantos que ya el barrio es de ellos; son tremendos”, se excusa Pepe. 

En el 15 de Enero todo se consigue mediante la organización, a través de asambleas: se plantea la problemática, se proponen soluciones y se diagrama un plan de lucha. La ausencia del Estado no les deja otra alternativa. 

También hay pautas de convivencia que se respetan a rajatabla: colaboran con la limpieza del predio -al lugar no ingresa el camión recolector de residuos-; las casas no se venden, a lo sumo se intercambian o se ceden a otro que la necesite; jamás se niega una mano a un vecino y al que se lo descubre robando o le pega a la mujer, se lo saca literalmente a trompadas del barrio. Además, ellos mismos se ocupan de garantizar la seguridad, algo que no es imposible en un espacio en el que todos se conocen por sus nombres propios.

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El remise, un Ford Taunus modelo ‘82, se lleva al equipo de 0223 otra vez al centro, a la ciudad que ven los turistas. 

-Che, ¿viste lo que me dijo el nenito?- pregunta la fotógrafa.

- No, no llegué a escuchar.

- Preguntó si éramos de la policía, tenía miedo de que lo sacaran otra vez de su casa...