Yo también creí en Vilma Baragiola

Su historia de militante y luchadora y su perfil de dirigente que no teme embarrarse los pies ilusionaron a más de uno. El video que la "desnudó" derrumbó ese castillo de naipes de un momento a otro.

La misma noche en que triunfó en octubre de 2013, Baragiola visitó la redacción de 0223.

La conocí hace poco, cuando apenas comenzamos con el proyecto 0223 e invitamos a nuestra redacción a toda la dirigencia política marplatense. A esas reuniones se acercaron los concejales y dirigentes de partidos políticos sin representación legislativa. Como en todas las situaciones de las vida, uno genera más afinidad con unos que con otros, lo que se llama empatía, y debo reconocer que el estilo de Vilma, simple y llano, más su historia de vida en su lucha contra la obesidad, me generaron respeto hacia su persona.

Una política a la que no le sobran títulos académicos pero que parecía tener los pies en la tierra, con una vinculación directa con los problemas de los vecinos, recorriendo los barrios de la ciudad. Ella misma marcó en sus declaraciones posteriores a la difusión del escandaloso video: "Vengan a ver como vivo". Es cierto que en Vilma se podía reconocer a un vecino más, de esos que vive sin lujos, ni ostentaciones, y que hasta uno puede pensar que le cuesta llegar a fin de mes como a cualquier laborante.

A medida que pasó el tiempo, y al acercarse la definición de las listas, su figura parecía agigantarse ya que en la definición del armado del Frente Progresista, Vilma fue excluida de todas las alianzas. Los socialistas le dieron la espalda y cerraron un acuerdo con el GEN y los alfonsinistas; los de Libres del Sur se juntaron con otra parte del GEN y los socialistas restantes con otros radicales. Hubo hasta una lista más solo de radicales. Nadie la quiso en sus listas e hicieron todo lo posible para complicarle la elección. Hasta le cerraron la posibilidad de competir en las Paso con la boleta larga. Ella y sus concejales denunciaron proscripción y la batalla de Vilma se volvió épica, ya que no sólo debía enfrentar al poder de Acción Marplatense, del kirchnerismo y del massismo, sino que también debía luchar contra los propios, contra molinos de viento. Son esos mismos “aliados” que hoy no tienen la valentía de plantear públicamente una postura clara ante la crisis que atraviesa Vilma.

Pero indudablemente el triunfo embriaga, marea, te hace perder dimensión de lo que sos o lo que fuiste. Después de las Primarias de agosto, Vilma se calzó el traje de Bachelet y, luego de derrotar a todos los sectores del Frente, a los diputados Pablo Farías y Alfredo Lazzereti, y a los demás sectores, los honró y destrató y se encaminó hacia octubre para ganar la elección y construir su camino al sillón que hoy habita Gustavo Pulti. Las encuestas y las urnas le sonrieron, le dieron el respaldo y nos ilusionamos con que venía Vilma, esa mujer que había peleado contra una enfermedad y había ganado la batalla, esa dirigente que había enfrentado a los poderes y que nos hacía ilusionar con que las cosas cambiarían.

NO fue así, Vilma vino, Vilma llegó, y todo siguió igual o peor. Su única preocupación fue darle las garantías al poder y no hay nada peor que el pueblo elija un representante que lo primero que hace es convertirse en un empleado del poder que en nuestra ciudad es don Florencio Aldrey Iglesias (más allá de que a algún lector le moleste que insista con este acuerdo).

Vilma y los suyos se enamoraron de la foto del triunfo y pensaron que era el momento de mostrase previsibles de no denunciar la actitud monopólica y el vaciamiento del diario El Atlántico, o mostrarles a los dueños de las empresas de transporte que ella también podía darles el aumento del boleto. Que no sólo Gustavo Pulti estaba para favorecer a estos sectores (en muchas oportunidades desde esta columna repudiamos la cercanía de Pulti al diario La Capital y sus intereses), que ella también estaba dispuesta a darles a aquellos que querían construir torres las excepciones para demostrar que no venía a enfrentar a ningún poder, sino a ser parte del poder. Vino para mostrar que en la ciudad no tan feliz los poderosos no tenían que preocuparse.

Asumo que sigo primero pensando bien de la gente y que espero de los políticos algo más que un casting de empleado del mes. Espero políticos que tengan voluntad de transformación, que tengan la voluntad de mediar entre los poderes económicos y los problemas reales de la gente (trabajo, educación, salud, planeamiento estratégico de la ciudad, planificación productiva, garantizar libertades individuales, seguridad, etc, etc). También reconozco que soy prejuicioso, me dejo llevar por preconceptos o por señales que me hacen ilusionar, como a cualquiera, pero desde que se conoció el video donde estaban Vilma Baragiola, Emiliano Mensor y Antonio Costantino en el despacho de Eva Moyano, no escuché ninguna explicación seria. Apenas un sinfín de agresiones hacia quienes cuentan lo que pasó, en lugar de explicar qué es lo que hacían ellos tres en el marco de la negociación de un expediente de excepción para una obra. "Lo que les vamos a cobrar es que Hugo (Moyano) nos acompañe, que ustedes nos acompañen porque las campañas valen plata y necesitamos que nos presenten gente", dice "Tony". Está claro que nadie pidió plata, pero a veces no es necesario pedir plata para inferir que se busca algo a cambio de otra cosa.

Soy uno de los tantos marplatense que creyó en Vilma. Hoy quiero decir, y no sin dolor, que me equivoqué. Vilma es una política más. Aquellos que queremos dirigentes que enfrenten al poder y cambien las cosas, tenemos que seguir buscando.